domingo, 20 de marzo de 2016

Jánovas


No es difícil imaginar cómo era la vida en Jánovas. Un paseo por las ruinas de este pueblo pirenaico abandonado permite ver todavía muchos muros en pie, el trazado de las calles, la torre de la iglesia, los frescos del templo… pero también árboles y todo tipo de vegetación que han ido apoderándose del interior de las antiguas viviendas. Como ocurrió en otros muchos pueblos de la zona, los habitantes de Jánovas, en el Sobrarbe aragonés, fueron forzados a abandonar sus casas por los planes para construir un embalse en los años cincuenta. Un embalse que nunca se construyó y que cambió para siempre sus vidas.

Los habitantes de Jánovas sufrieron un gran acoso durante el franquismo para que abandonaran el pueblo. Algunos fueron expulsados por la Guardia Civil en las décadas de los cincuenta y sesenta mientras las administraciones y la empresa concesionaria de la explotación del embalse (Iberduero, hoy Iberdrola) seguían presionando a los que continuaban allí. Unos pocos vecinos resistían las presiones y trataban de seguir con su vida, cultivando sus tierras, llevando a los niños a la escuela… hasta que los alumnos y su maestra fueron sacados de allí a patadas en 1966 y algunas casas fueron destruidas.

Aún así, todavía hubo una familia que se negó a dejar su casa: el matrimonio Garcés, Emilio y Francisca, siguieron resistiendo cuando allí ya no quedaba nadie más. Y siguieron viviendo en Jánovas hasta 1984.

















 
 






Un resumen de esa triste historia cuelga del muro de una de las casas que quedan en pie en Jánovas:

"JÁNOVAS era uno de los pueblos más prósperos de la comarca y capital de toda la ribera del Ara hasta que el mastodóntico proyecto de un embalse elaborado en los años 50, acabó por completo y de forma traumática con toda expectativa de vida. Supuso la expropiación y expulsión forzosa de más de 150 familias de los pueblos de Jánovas, Lavelilla y Lacort, a orillas del río Ara, aunque también se vieron afectados Albella, Ligüerre de Ara, Javierre de Ara, Santa Olaria, Burgasé y todos los pueblos del valle de La Solana.
A principios de la década de 1960 se iniciaron las expropiaciones forzosas y poco tiempo después, ante la negativa de algunos de ellos a marcharse, la empresa empezó a dinamitar las casas vacías sin tomar ninguna medida de seguridad para proteger la integridad de las personas que todavía residían en el pueblo, niños entre ellos.
A pesar de la prohibición de la inspección provincial de Huesca de clausurar la escuela de Jánovas mientras hubiera niños, Iberduero decidió cerrarla por su cuenta y el 4 de febrero de 1966 un operario de dicha compañía derribó la puerta, sacó a la maestra de los pelos y a patadas a los niños.
La voladura de las viviendas y el cierre de la escuela hicieron imposible seguir viviendo en Jánovas y en los pueblos circundantes, pero aún así, para acabar con cualquier intento de vuelta, Iberduero destrozó los campos, taló los frutales y olivos, destruyó las acequias y finalmente cortó el agua y la luz.
¡Todo esto sin ni siquiera haber comenzado las obras de construcción del embalse, y sin tener claro, tanto la empresa concesionaria como el Estado, la rentabilidad de dicha obra!  Acoso puro y duro.
Ese clima hostil duró hasta 1984, año en que Emilio Garcés y Francisca Castillo no tuvieron más remedio que abandonar su hogar tras 20 años de resistencia en solitario.
En 2001, tras años de movilizaciones sociales, demandas judiciales y acciones ecologistas, se elaboró un informe de impacto ambiental del proyecto, cumpliendo así con la nueva normativa europea. El resultado fue negativo, pero el proyecto no quedó desestimado oficialmente hasta 2005.
En junio de 2008 el Ministerio de Medio Ambiente hizo pública la extinción de las concesiones de los saltos hidroeléctricos de Fiscal y Jánovas, en el río Ara, y Escalona-Boltaña, en el río Cinca, definidos en la Orden Ministerial de 28 de marzo de 1951, y motivada por la imposibilidad de proceder a la ejecución de la presa de Jánovas.
Se abre ahora un proceso burocrático con el envío de las solicitudes de reversión a Endesa, la actual concesionaria, para su revisión y aceptación. Pero tanto Endesa como la Confederación Hidrográfica del Ebro sostienen que “lo justo” es pagar lo que marca la ley en estos casos, o sea, el precio de expropiación actualizado al IPC. (Esos intereses vienen a ser treinta veces la cantidad recibida) Se olvidan del maltrato sufrido, los acosos, del estado actual de las edificaciones (EN RUINA TOTAL), de las cientos de vidas truncadas y de los cincuenta años transcurridos sin poder disfrutar de las propiedades. Esperamos que de una vez por todas se haga JUSTICIA".

La panadería


Todavía recuerdo, de niño, el aroma del pan y las tortas de huevo y anís. Mis tíos trabajaron toda una vida en la panadería del pueblo. Cuendo se jubilaron, el horno quedó abandonado y olvidado...










Aún permanecen, en la pequeña oficina, papeles y encargos de hace treinta años...




La panadera, mi tía, todavía vive....



En su casa están sus recuerdos...






Han pasado los años...